Pon un Bartleby en tu vida

Herman Melville, el autor de Moby Dick, creó un personaje enigmático que con el tiempo ha llegado a tener un significado propio adecuado a una cierta actitud frente a las cosas. El tal Bartleby, el escribiente, un administrativo en un bufete de abogado (narración contada por éste) llega un momento en su vida que como respuesta a los encargos de su jefe, respondía: Prefiero no hacerlo. Progresivamente esa actitud de negación se extendió a toda su actividad causando un sin número de problemas a su jefe, que a pesar de ello le cogió cariño, y a su propia vida. Como principio vital del no hacer, derivó en su propia muerte como resultado de la acción de no vivir. Nunca se descubrió cuál fue la causa de su actitud, lo que hace del personaje un enigma, quizá porque prefirió no explorar en sus propios motivos.
Enrique Vila-Matas recuperó el espíritu del personaje y escribió Bartleby  y compañía, una narración que exploraba entre la realidad y la ficción los escritores Bartleby que frente a la acción de escribir “prefieren no hacerlo”. Y no por ello dejan de ser escritores. Y esa opción de no escribir  está tomada por el 99 por ciento de la población.  
El espíritu del personaje tienta a derivar en todas aquellas acciones y profesiones que desean explorar el sentido del no. Bien es cierto que son muchas las actividades que han sentido el peso  Bartleby como una actitud negativa que afecta a los demás; se ha dicho de ciertos funcionarios que sistemáticamente frente a determinadas gestiones “prefieren no hacerlas”; a policías que prefieren no perseguir a los delincuentes; a los adolescentes como una respuesta habitual hacia los mayores; a los paseadores de perros cuando deberían recoger sus excrementos; a los profesores cuando de corregir se trata; a los alumnos cuando de atender se trata; a los políticos cuando no cumplen las promesas electorales…
Y así, nos damos cuenta que todos tenemos un Bartleby en nosotros mismos que reprimimos en demasiadas ocasiones.
¿Acaso no seríamos más felices si hiciéramos más caso a nuestro Bartleby ?
Probablemente seríamos más criticados pero nuestra satisfacción seria suprema al afrontar situaciones con la máxima sinceridad no exenta de educación, ya que “prefiero no hacerlo” no es una sentencia categórica, sino que encierra la amabilidad del que no quiere ofender por no hacer una cosa. Si analizamos nuestra vida quizá nos daremos cuenta que en realidad nuestros momentos Bartleby han influido al por mayor en nuestra trayectoria. Cuando por nuestra timidez hemos preferido no declararnos a nuestro gran amor. Cuando hemos preferido no pelearnos por algo que finalmente se ha llevado el otro. Cuando hemos preferido no contestar una carta (o mail) que podía haber cambiado alguna cosa. Cuando por educación preferimos un sí a un no. Cuando preferimos no ceder el paso.
Como hubiera sido la historia si los ejércitos de los dictadores hubieran respondido con un “prefiero no hacerlo” a las órdenes de invasión y exterminio. O a la violencia infantil y de género. O simplemente frente a los actos de injusticia.
No hacer también implica una actitud poco conflictiva para la narración ya que los escritores siempre buscan que sus personajes hagan alguna cosa para entorpecerla con otra cosa y así crear un conflicto para narrar. Y sin intención de hacer cosas difícilmente se crea un conflicto. Quizá por ello, al tratarse de un conflicto interior, Melville quiso crearlo, pero con la dificultad que la narración es explicada por otra persona, con lo cual impide conocer los entresijos del drama interno. Es posible que Melville quisiera que fuera el propio  Bartleby  quién contara su historia, pero está claro que el personaje prefirió no hacerlo para no traicionarse a si mismo.
Analizar nuestra propia actividad bajo el sentido Bartleby también nos da una dimensión extraordinaria de los que es y no es. Puede que si sistemáticamente aplicamos el no, las cosas no vayan tan mal como hemos supuesto. En su mayor extremo estaría la muerte, nuestro no más significativo. ¿Acaso creemos que todo irá peor cuando desaparecemos? Es más, quizá para algunos irá mejor. Entonces, ¿por qué no aplicar el no hacer en vida? Puede que en ello encontremos la paz interior que es posible que encontró el Bartleby original.
Por ejemplo, para un profesor, levantarse por la mañana pensando que a la clase que debe dar hoy, prefiere no hacerla, ni corregir los trabajos, ni preparar clases, ni leer libros, ni atender alumnos, ni poner notas, ni tan siquiera tener la necesidad de saber. Seguramente los mayor beneficiados serían los alumnos que tendrían mayor libertad frente al saber; claro que a cambio de exigirse un gran esfuerzo por su parte, lo que, probablemente, preferirían no hacer.
Claro que para algunos jefes tener un Bartleby en plantilla les sugiere la posibilidad de volverse Bartleby en el momento de pagar el sueldo y preferir no hacerlo. Hay quien piensa que a raíz de la historia de Melville se crearon los sindicatos, para defender los derechos de los Bartleby.
En cualquier caso el ejercicio es bueno y nunca es tarde para empezar.
Pon un ejercicio Bartleby en tu vida. Tu salud te lo agradecerá.