Hasta ahora van cuatro nacimientos el 1 de Enero…pero no hay razón para que la racha termine ahí
Ángel Martínez es un tipo representativo de esos obreros españoles, tan nobles, tan dignos, constantes en el trabajo, perseverantes en su oficio. Trabaja actualmente en una fábrica barcelonesa de construcciones.
Yo, que no quiero enfocar directamente el propósito que me lleva hasta él—he sabido que sus hijos nacen siempre el día 1 de Enero—, le pregunto:
– ¿Cuánto tiempo lleva usted en estos talleres?
– Entré en ellos el 2 de Febrero de 1919. ¡Hace casi veinte años! Soy de los más antiguos. Dentro de la fábrica he conocido cuatro razones sociales: Vallet y Fiol, al principio; Vallet y Bofill, después; luego, Ricart y Pérez, y, por último, Construcciones Mecánicas Rex. Todos mis patronos han estado siempre satisfechos de mí.
– Es natural. Su veteranía es el mejor elogio de usted, amigo mío. ¿Qué edad tiene usted?
– Cuarenta y cuatro años.
– Y es natural de…
– De La Nora, provincia de Murcia.
– Y es…
– Casado y ajustador mecánico. Pero, ¿es que me está usted haciendo el padrón?
– No; simple curiosidad. Usted, un hombre extraordinario…
Martínez sonrió:
– Ya sé por qué lo dice… Por lo de mis hijos, ¿verdad?
– Exactamente. A usted si que no puede negársele que es un hombre de orden…
– Casualidad, señor. Yo le contaré… Me dispuse a escuchar. Había llegado al terreno que me interesaba.
Cuatro hijos nacidos en 1 de Enero
– Yo contraje mi primer matrimonio a primeros del año 18, poco antes de mi ingreso en esta fábrica. Y el día 1 de Enero del año 1919 nacía mi primer hijo. Pepito, que murió nueve años después. El empleado del Registro Civil del juzgado del Sur cogió un tomo más grande que el recién nacido, inscribió al chiquitín en él y me despidió con una sonrisa y la frase de rúbrica en tal día: «Año nuevo, vida nueva».
Cuando el día 1 de Enero de 1922 nació Elenita, otra hija que había de vivirme poco tiempo, puesto que falleció el mismo año de su nacimiento, se celebró la coincidencia de fechas en que su hermano y ella habían venido a este mundo. En otro tomo enorme (el cuarenta y ocho, si me es fiel la memoria) del mismo Juzgado del Sur, el consabido empleado hizo constar esta coincidencia, que por entonces era eso nada más, sin los honores del caso extraordinario.
Este comenzó a serlo con ocasión del nacimiento de mi hijo Wifredo, hecho que tuvo lugar el día 1 de Enero de 1924. Se me felicitó calurosamente por mi seriedad, y comprendo que estas felicitaciones eran merecidas. Si usted quiere consultar la partida de este chico, la encontrará en el tomo cincuenta del Juzgado de Hospitalet. Aquí no hay trampa ni cartón.
Pocos años después, en Marzo de 1928, murió mi esposa, y contraje nuevo matrimonio en Junio de 1929.
Francamente, yo esperaba que la racha del 1 de Enero hubiese quebrado. Durante algún tiempo, en efecto, pudo parecerlo así: pero he aquí que el día 1 de Enero de 1934, a las once de la noche, poco antes, como ve usted, de que la tradición fracasase, apareció en este mundo mi hijito José María. Lo inscribí en el Juzgado número uno de Barcelona… y me dediqué a esperar con toda serenidad la llegada de los primeros de Enero sucesivos, con sus sorpresas correspondientes…, que ya, naturalmente, no pueden ser en realidad tales sorpresas para mí. Esto es todo, y ya está satisfecha su curiosidad.
Me tendió su fuerte mano de trabajador honrado, me saludó afablemente y se alejó presuroso para reanudar su labor. Salía yo del taller cuando un compañero de Ángel Martínez se acercó a mí para decirme en voz baja:
– El le habrá hablado tan sólo de la coincidencia de fechas en el nacimiento de sus hijos. Yo sé de él otra coincidencia; pero ésta bien triste. Oiga usted, y juzgue: Hace años, nuestro compañero fue a instalar un motor, tarea que hubo de interrumpir al tener conocimiento de la muerte de uno de sus hijos. Bastante tiempo después, Martínez fue encargado de reparar no sé qué avería que una mano inhábil había causado en aquel motor. Pues bien; cuando se hallaba en plena faena, otra noticia como la de marras: otro familiar suyo había dejado de existir. Es cosa pública y le doy, además, mi palabra de que no hay en ella nada de fantasía.
Y ahora, la pregunta de ritual: ¿Quién puede prestar a quién? ¿La imaginación a la vida, o la vida a la imaginación?
ANTONIO PÉREZ DE OLAGUER
Revista Mundo Gráfico
Miércoles 1 de Enero de 1936
Director Luis González de Linares
Número 1261
Madrid